Hoy toca a cambio de país y eso mola. Nos despedimos de Aquisgrán y como si no quisiéramos dejar Alemania, vamos por sus carreteritas y pueblos, sin autopista y eso es sin obras o casi sin obras.Pero semáforo, rotonda, pueblo, pueblo, rotonda , semáforo, y al final, todo lo que tiene secuencia fija cansa. Así que decidimos meternos en autopista para ganar media hora.
Queríamos llegar a Amsterdam a una hora prudencial para poder entrar al museo de Van Gogh y pasear por sus canales y barrios...diferentes.
Ya en Holanda, paradita en Arnensfoort, un pueblo de dos estrellas plus, porque aunque la zona chula no sea muy amplia, es un pueblo amurallado, con canales y de paseo agradable, las casas ya han cambiado, dejamos atrás las vigas de madera y travesaños para cambiarlas por casas de grandes ventanales en su parte baja, jardín delante y ladrillo rojo, muchas terminan en punta y sus tejados caen jugando en escalera(difícil de imaginar? Normal, es para que cada uno lo vea “in situ” y le ponga nombre a lo que yo intento describir como lo siento, claro).
No paramos ni a comer, parecía que a los dos nos apetecía más patear Amsterdam, es la tercera vez que paramos aquí, y me encanta, así que gasssss, llegamos al hotel, vaqueros y con una ensaladísimas en la ahbitación más que suficiente. Como si lo hubiéramos planificado al dedillo, entradas para el museo solo para las 5:15 o 5:30, eran las 4:30 pero decidimos cogerlas y dar una vueltecita por alrededor, y menos mal porque en media hora ya cambiaron las indicaciones por... entradas solo para mañana a partir de las doce, perfecto.
La visita al museo la hemos hecho relajada, disfrutando del como y el porque de los cuadros, bueno a pesar de tener dos de sus cuadros, no es que toda su obra me encante pero sí lo suficiente como para disfrutar la visita. Cuando a penas estábamos empezando Sergio y yo, una vez, en el salón de mi casa él miró esos cuadros y me dijo, ¿Sabes dónde están pintados? Yo no tenía ni idea, y él dijo, te llevaré; un día al entrar en una plaza me dijo mira esos toldos, ese café, te recuerda algo? Miré y las cartas del bar eran mi cuadro, ja ja y el siguiente también me enseñó el lugar, así que esos cuadros, para mí , ya son más importantes de lo que fueron cuando por impulso simplemente los compré un día en El Corte Inglés.
Y es que todo tiene la importancia que queramos, a veces es una frase que alguien dijo en un lugar, otras una palabra aquí y ahora, y con el tiempo, lo que a penas tenía ninguna base, se convirtió en historia, en relación, en vida, y ojalá sea por muuuucho tiempo.
Ains que me lío, del museo al centro, pasando por El Barrio rojo, curioso cuanto menos, los canales con sus bicis amarradas en los puentes, bueno bicis en las aceras, paredes, plazas... ¡Qué barbaridad!
Si visitas Amsterdam, no hay qu tememerle al tranvía, ni a los coches, pero ¿a las bicis? A estas sí, y mucho, hoy he sufrido estrés por bicis, madre mía yo no se qu tipo de cambios, cadena o sistema llevan o simplemente todo el mundo tiene una destreza superior a la normal, van como locos, giran casi derrapando, comparten carril con los ciclomotores que también van rapidísimos y las bicis manadas, tienen prioridad ante todos y todo, los semáforos de peatones a penas duran nada, no te da tiempo a pasar ni impulsándote con la farola y correr y en cambio si una bici le da al botón cito date por parado, ellas van primero. Se bajan y suben de las bicis colgándose de un pedal y el número de bicis aparcadas y en circulación yo creo que es superior al número de personas, y mira que hay.
Así que andar por Amsterdam es todo un reto para los sentidos, sobre todo de la vista, mirando aquí y allá y del oído en cuanto oyes un timbre de bici...salta aunque sea a la vía, corres menos peligro de ser atropellado por el tranvía que por una bici.
Pero aun con todo esto, sin tener una catedral espectacular, ni ser una ciudad super ordenada o super limpia, o super amable, en cambio, Amsterdam...me gusta. Mañana volveremos a cambiar de pais y pasaremos por otro, todo por la pegatina ja ja .
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